Enterarse tarde de las cosas solo te retrasa un poco. Este año por fin hemos estado atentos y conseguimos poder participar en un proyecto del que habíamos oído hablar, pero que siempre se nos escapaba.
Empezamos como una broma, «molaría tener una impresora 3d en el cole», «la de cosicas que fabricaríamos». Y la broma se fue volviendo cada vez más seria, hasta que de repente nuestro pequeño colegio ya era uno más de esta familia.
Formaciones, horas de coche, juntarte con gente que no conoces para aprender cosas de las que solamente eres un principiante, pero las ganas y la motivación hacen que todos los esfuerzos cuesten menos. Nos llevamos lo aprendido en la capital de la provincia a nuestro colegio y el alumnado, aun más feliz que su maestro, comienza a buscar huecos en el horario (y como estaban muy escondidos, los fabricamos) para poder introducir un contenido que de otra manera no hubiéramos trabajado.
En apenas cuatro sesiones el alumnado adquiere los conceptos básicos y ahí ya se desata la magia, solamente frenada por las exigencias del día a día de los centros escolares. Ahora ya, acabando el segundo trimestre, con todas las actividades programadas finalizadas, las notas puestas, las sesiones de evaluación, el claustro y un largo etcétera, nos encontramos, de regalo, con una semana en la que podemos dar rienda suelta a nuestra imaginación, para poner en marcha el proyecto, que ya lleva tiempo en nuestra cabeza (habrá que ver como juntamos todas las ideas que tenemos en una sola).
Esta semana promete mucho, esperamos estar a la altura y quedarnos con un buen sabor de boca para seguramente, volver a intentar participar de nuevo en una iniciativa que nos trae locos.
